¿POR QUÉ NOS CUESTA TANTO DECIDIR?

 Dicen que no hay nada más absurdo que tener mil razones para cambiar de vida mientras se busca una sola que justifique lo contrario.

La costumbre, el miedo, el confort, las dudas, los prejuicios, la incertidumbre, inseguridades, entre otras, son ideas y sentimientos que se convierten en obstáculos a la hora de tomar decisiones importantes para nuestras vidas.

Curiosamente decidir es una parte cotidiana de nuestra existencia. Desde el momento en el que abrimos los ojos al despertar empezamos a tomar decisiones. Sin embargo, hay ocasiones donde decidirnos por algo resulta más crítico que optar por tender o no la cama.

Los expertos, incluidas personas exitosas y de negocios, concuerdan que para tomar buenas decisiones se requiere estar bien informado. Lo cual parece bastante lógico. Tanto así que lo damos por cierto y lo consideramos incontrovertible. Pero... ¿Qué es estar bien informado? Internet es una fuente de amplia información pero no sé si con esa herramienta la humanidad toma mejores decisiones que antes.

¿Será que confundimos información con datos?

Por lo pronto les invito a pensar en algunas situaciones que nos podrían resultar familiares:

  • Una persona explotada laboralmente.
  • Una persona engañada continuamente por una amiga.
  • Una persona que siempre realiza el trabajo de colegas o compañeros de estudio.
  • Una persona que frecuenta amistades que suelen burlarse de ella. 
  • Una persona abusada por su pareja.
  • Una persona humillada en el trabajo o lugar de estudio.

Estas personas de seguro tienen familiares, amistades, mentores, que les aconsejan sobre la mejor actitud frente a la adversidad. Otros en cambio, les hacen ver lo insostenible de su situación, mientras les invitan a tomar una sana decisión para sus vidas (renunciar, denunciar, alejarse de ciertas personas, etc.). Algunas incluso recurren a libros, vídeos, seminarios, testimonios o profesionales en busca de ayuda para encontrar una salida. Y a pesar de todo estas herramientas, muchas no optan por un cambio en sus vidas. ¿Será que les hace falta más información? 


Deberíamos abordar el asunto desde otra orilla y preguntarnos si nuestro problema en realidad no es la falta de información, sino la falta de autoconocimiento. Quizás sea el momento de aceptar que no somos tan "racionales" como creemos, aceptar que no somos tan "cerebrales" como quisiéramos. Alguien estará pensando: "Claro, somos más emocionales que racionales ¡La eterna lucha entre la razón y el corazón!" Pero la cuestión no parece tan simple. 

¿Y si en realidad pensamos con todo el cuerpo?

¿Recuerdan expresiones como: "Me da mala espina", "Me da escalofríos", "se me erizó la piel", "siento un fresquito", "siento un pálpito" entre otras? En verdad utilizamos nuestra mente para pensar, pero también nuestro cuerpo parece acompañarnos en el proceso. Tal vez no solo pensamos con la mente, sino también con el corazón, la piel, el sistema digestivo, el pelo y hasta los huesos. De hecho, muchas veces no tomamos decisiones porque nos sentimos incómodos, intranquilos, inseguros ante la perspectiva del cambio. 

Cuantas veces no hemos escuchado decir: "Sé que no me conviene pero no puedo dejarle" o "Puede que en el trabajo me traten mal, pero tengo estabilidad financiera." o "Entiendo que no me conviene pero qué se le va a hacer." Actuamos más por nuestros deseos, empatías, anhelos o miedos y la razón solo nos sirve para justificarnos.

Por más racionales que creamos ser, en el fondo todos vamos tras nuestros deseos, anhelos, apegos, placeres o necesidades básicas, complejizadas gracias a nuestro intelecto. Es decir, las emociones y sentimientos nunca nos son ajenas. Comprenderlo, es empezar a entender que una de las cuestiones que nos impide tomar ciertas decisiones es no querer salir de nuestra situación de "confort".


Por supuesto en cada decisión hay un componente de responsabilidad, aceptación, tolerancia a la frustración, entre otros. Pero el punto en esta ocasión es empezar a entendernos un poco más. Reconocer que la idea de que la razón y el corazón van por separado es más abstracta que real. Empezar a reflexionar sobre ello tal vez nos permita empezar a tomar con más determinación las riendas de nuestro propio destino...

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