AYÚDATE QUE NO TE AYUDARÉ

Hace poco me encontraba en medio de una conversación, especulativa realmente, sobre el comportamiento de un director de una compañía que habían culpado por un desfalco. 

Uno de los presentes había dicho que aun no se sabía si en realidad era culpable o no, que las investigaciones hasta ahora comenzaban. No habíamos terminado de digerir la información cuando Claudia* dijo: "¡Pero lo es!… De seguro es culpable" Todos volvieron para mirarla. “¿Cómo es que estás tan segura?” le preguntó quien nos estaba contando los hechos. A lo que ella simplemente respondió: "Ya saben: piensa mal y acertarás." 

Así, así de simple… Tan simple como cuando juzgamos a alguien, tan simple como la mayoría de comentarios que vemos en redes sociales. Pero la frase, que por cierto es más común de lo que creía, me llevó a un recuerdo de mis años estudiantiles.

Era una ocasión en la que se había programado una salida a campo con los compañeros de estudio, por supuesto también estaba el director de grupo. Se trataba de un recorrido en una hacienda ubicada en la falda de una montaña y la idea era subir a su parte más alta para poder contemplar la belleza del paisaje.

Efectivamente la vista era esplendorosa y el esfuerzo había valido la pena. Pero un comentario del profesor trató de arruinar aquella aventura campestre. Sucedió que en la mitad del recorrido, que en verdad era empinado por tramos, una compañera se sentía agotada y parecía que no podía avanzar. Yo me encontraba cerca, así que le ofrecí mi ayuda. Obviamente no la cargué, en esa época era un flacucho sin mucha fuerza (En el día de hoy ya no soy un flacucho, pero sigo sin mucha fuerza).

Al llegar a la cima, festejamos la "proeza". Bebimos agua, descargamos las mochilas, algunos empezaron a buscar un lugar bajo la sombra y mientras me disponía a hacer lo mismo, el profesor se acercó para decirme: "Veo que ayudó a Diana*". Le respondí que sí, moviendo la cabeza, pues aun me faltaba el aliento. "Muy bien, - me dijo, mientras me daba unas palmaditas en la espalda - ahora los muertos cargan a los vivos." Y se alejó sonriendo.


En ese momento no entendí la frase. A veces tomo ciertas cosas con literalidad y eso del muerto y del vivo me parecía una imagen propicia para una carta de algún extraño Tarot. Diana, que no había dejado de prestarnos atención, se acercó para apartarme de mis pensamientos. "¿Que dijo?" me preguntó, y le conté cuanto había pasado.

"Desgraciado" la escuché decir (en ese momento supe que ella sí había entendido la frase) “¿Acaso sabes lo que quiso decir?” atiné a preguntar. Ella me miró entre compasiva y molesta. Soltó un suspiro y empezó a explicar: “Mira, cuando dice "vivos" se refiere a una persona que es ventajosa, es decir, que se aprovecha de otra. Por eso cuando te dijo que ahora los muertos están cargando a los vivos, en realidad me estaba tratando de aprovechada y a ti de pendejo". 

En ese instante me quedé perplejo (como un pendejo). No supe qué decir o qué hacer. Ese día no le presté más atención al asunto, pero la frase se quedó dando vueltas en mi mente. Más allá de analizar la actitud del director, quisiera detenerme en sus palabras para preguntar: ¿Si alguien acude a nuestra ayuda, deberíamos desconfiar de sus intenciones? ¿Acaso debemos estar siempre prevenidos? En un momento donde estamos tan preocupados por nosotros mismos ¿acaso hay espacio para ayudar a los demás? “Cada quien es responsable por sí mismo” me decía alguien.

Pero no critiquemos del todo a la cultura del “Yo puedo”, miremos también las normas y leyes (Que muchos han adoptado ahora como la base de su moral). Una vez que iba en un taxi, pasamos frente a un accidente automovilístico. Habían varias personas, pero se podía observar a un motociclista tendido en el suelo. De repente el taxista dijo: “Yo no llevaría a esa persona al hospital”. No comprendí a que venía el comentario, pero prosiguió. “Una vez llevé a un tipo herido a un puesto de salud. Lo habían apuñalado y su mujer estaba angustiada porque nadie les ayudaba. Yo me detuve y decidí ayudarlos… ¡Pero viera el problema en el que me metí! perdí toda la noche y la policía aun me tienen reseñado en el caso. Yo no vuelvo a involucrarme, que cada quien resuelva sus problemas como pueda.”

Si a lo anterior le sumamos la desconfianza, terminaremos ayudando solo cuando nos prometan un premio o una reducción de impuestos (como hacen muchas empresas y famosos en la actualidad). Ser solidarios es reconocer nuestra propia vulnerabilidad, reconocer que también necesitamos a los demás y quisiéramos un trato similar.


Por supuesto hay personas que se quieren aprovechar de la ayuda que les brindan. Bien sea de manera consciente o inconsciente. Porque ayudar tiene también su cuota de responsabilidad. No olvidemos ese antiguo proverbio chino que dice: 

“Dale un pescado a un hombre y comerá un día, enséñale a pescar y comerá siempre”. Confucio.

Está bien ayudar, pero tampoco podemos caer en una especie de asistencia continua, a manera de "heroínas o héroes” que todo lo resuelven. Porque así como ayudar hace parte de nuestra condición humana, tenemos la responsabilidad de no limitar ni la capacidad, ni el potencial que tienen los demás. Más allá de preocuparnos por el que dirán o si nos ven “la cara de tontos” como dicen por ahí, lo que cuenta es que comprendamos que estamos en un punto de la evolución al que hemos llegado gracias a que nos hemos apoyado unos a otros. Nadie logra nada solo. Pero también, estamos en un punto donde reconocemos que tenemos grandes capacidades, que en muchas ocasiones necesitamos dejar que otros aprendan a caminar solos y que también nos permitan caminar por nuestra cuenta… 

¿No es así?

¡Gracias por leer!

feliz día, feliz noche, feliz momento

* Nombres ficticios (obviamente)

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