LAS MÁSCARAS QUE USAMOS


Hace unos días, circulaba la noticia sobre una influencer que se alejaba de sus redes sociales "porque le estaban haciendo daño". Un poco más atrás, hace un par de meses, en Brasil, una madre le cerraba las redes sociales a su hija quien registraba más de dos millones de seguidores, porque consideraba que  estaba distorsionando la percepción de sí misma.

La fama, esa que se vende al mejor postor, aunque no sea el mejor; como decía Facundo Cabral, se alimenta de cada aspecto de la vida de las personas. Y es que además de las muestras de admiración que reciben (algunas cercanas a la veneración) también surgen demostraciones de odio y aversión, que terminan por afectar su autoestima al punto de necesitar hacer una pausa en su actividad mediática.

Una de las razones que se analiza en estos casos es que muchos influenciadores van exponiéndose cada vez más ante su público. En el entorno de las redes, la clave consiste en crear una cercanía entre la persona que ofrece contenido y aquella que lo recibe. En medio del proceso, el influenciador termina haciendo cada vez más cosas para satisfacer a su audiencia, o mostrando rasgos de su personalidad mientras se borra la delgada línea entre lo público y lo privado.

Por otra parte, hay gente que considera esta “confidencialidad” como un derecho para juzgar, señalar o indicar que es lo que se espera de la persona a quien siguen. Algunos lo hacen desde el afecto, otros desde la envidia o el odio. Sin importar la orilla, ambas son igual de dañinas.

Bien decía Jean Paul Sartre que no se necesita de fuego, ya que el infierno son los demás...

¿Y en nuestro caso?


Al parecer no somos ajenos a este fenómeno. Guardadas las proporciones, entre más exponemos ideas, sentimientos, pensamientos personales terminamos siendo malinterpretados o viviendo incómodas situaciones de chantaje emocional. Tal vez sea una de las razones por las que nos cuesta confiar en otros. Así, terminamos ocultando nuestro verdadero rostro, utilizando “máscaras” para llevar al trabajo, a una cita, al lugar de estudio o ante amistades y familiares.

¿Entonces somos hipócritas? No es tan simple como eso. En nuestro interior yace un tesoro que al abrirse nos permite querer, cuidar, amar, ayudar a otros, compadecernos, comprender al prójimo. Es un proceso de conexión con nosotros mismos y los demás. Lamentablemente los tesoros no son para todo el mundo... Así que, eso de utilizar “máscaras”, no parece tan mala idea ¿Verdad?  (Y que lo digan ciertos influencers)

La decisión por supuesto es nuestra, pero hay ciertas ideas en torno a ella:

El abuso de la máscara: Comportarnos de una forma, actuar de cierta manera, o reflejar un perfil más “profesional” en el trabajo, resulta muy útil a la hora de alcanzar nuestros objetivos o minimizar conflictos. La pregunta es ¿Dónde comenzamos nosotros y dónde termina esa máscara? ¿Quiénes somos realmente? Muchas personas asumen un rol en sus vidas con tal intensidad que terminan pareciéndose al actor que no puede dejar de vivir la vida de su personaje.

Relacionarnos con miedo: Tenemos un tesoro personal que cuidar. Es una riqueza que no queremos ofrecer a cualquiera que no la aprecie. Una idea así nos puede llevar a actuar con demasiada precaución, con temor de ser "robados". Con el tiempo, podemos terminar cerrándonos completamente, desconfiados, sin abrir el corazón o compartir lo mejor de nosotros mismos.


Un tesoro inacabable.
Si, un tesoro inacabable yace en nuestro interior y no siempre nos damos cuenta de ello. Nadie puede arrebatarnos esa riqueza interna. Los demás podrán tocarlo, desordenarlo, algunos tratarán de ocultarlo con un oscuro velo, otros mentirán, pero al final; nadie nos lo podrá arrebatar. Esta idea por el contrario, no es tan fácil de entender o aceptar, pero si llegamos a comprenderla con toda plenitud, descubriremos que no hay razones para temer, que las máscaras se hacen innecesarias y que de a poco empezaremos vivir con mayor intensidad. 

¿Será que sí?

 feliz día, feliz noche, feliz momento

¡Gracias por leer!


Comentarios

  1. Las máscaras se hacen innecesarias. Si las utilizaremos viviríamos en una eterna obra de teatro sin poder ser y disfrutar de la vida real.

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