QUIEN ACONSEJA, DEBERÍA TAMBIÉN ACEPTAR CONSEJOS

Después de dar varias vueltas buscando un sitio abierto para poder tomar un café, por fin encontramos un lugar en la Pola, barrio tradicional de Ibagué y de clima muy agradable. El sitio se llama "Mochila Café." Nos pareció curioso el nombre y decidimos entrar.

Una vez realizado el pedido, y mientras nos traían las bebidas, empezamos a conversar sobre distintos temas para terminar reflexionando sobre esa relativa facilidad para dar consejos a los demás a pesar de que la propia vida parece muchas veces un ocho*.

Mi amiga me contaba que las personas encontraban en ella a alguien que les transmitía tranquilidad, y por eso solían pedirle consejos para sus vidas. Sin embargo, no lograba comprender como podía ser posible, si ella misma solía tomar decisiones desacertadas o dudar sobre sus propias capacidades para resolver algo. Parecía algo incoherente.

En ese momento recordé cierta ocasión en que una jefe me recomendó una persona para una conferencia: "Ese tipo es muy bueno. Él es un experto en finanzas y es muy solicitado por sus asesorías." En ese momento se me ocurrió opinar: "Entonces él debe manejar importantes recursos." Mi jefe me miró un momento, hizo un leve gesto de frustración y me respondió: "Al contrario, su vida es un caos y tiene muchos problemas financieros."

El refrán: "En casa de herrero, azadón de palo" parece que aplica para todos los aspectos de la vida ¿Por qué será esto?

Mientras disfrutábamos de las notas ácidas del café, aromatizadas con flores y frutos rojos, concluíamos que una de las razones más claras a este respecto es que nosotros no estamos involucrados en los asuntos de los demás. No quiere decir esto que no tengamos empatía o que no estemos realmente comprometidos en ayudar a una persona que acude en nuestro consejo. Pero por más que nos pongamos en el lugar del otro, no tenemos comprometidos nuestros sentimientos y emociones en aquellos asuntos. ¡Finalmente no es nuestra vida! 

Pero gracias a que no estamos involucrados es que podemos ayudar. Hay una "distancia" con los hechos que nos permite tener una mejor claridad de las cosas.

Y lo mismo se podría decir de nuestras amistades o familiares, quienes nos pueden aportar otras perspectivas a los problemas que nos agobian. No se trata de pensar solamente en nuestra capacidad para ayudar, sino de comprender que también necesitamos de los demás: Ayudar es un asunto de doble vía. Reconocer esta verdad es aceptar que nos ayuden cuando tenemos una tormenta  en el vaso de agua de nuestra vida.

Imaginemos que todos los días pegamos ladrillos. Uno sobre otro, concentrados en cada bloque. De repente, un amigo pasa por nuestro lado y nos dice: "Vaya, pero el muro te está quedando un poco torcido." En ese instante nos damos cuenta que estábamos tan inmersos en nuestros asuntos que olvidamos el contexto de nuestro esfuerzo.


En este mundo donde se alaba la independencia, el esfuerzo individual, la capacidad de "auto-gestionarse" bien vale la pena reconocer que no son más que ideas de una sociedad encaminada a elevar el ego del individuo mientras lo aísla del prójimo. Necesitamos de las amistades, la pareja, la familia en nuestras vidas y por supuesto ellos también necesitan de nosotros... Si hemos estado distantes, vayamos acortando esas distancias y recuperemos esos lazos tan valiosos...

Bien dicen que solos podemos avanzar más rápido, pero acompañados podemos llegar más lejos. 

¿Acaso no lo creen así?

 feliz día, feliz noche, feliz momento

¡Gracias por leer!


  Nota: *Cuando las cosas están enredadas solemos decir que están como un ocho.



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