Para los católicos, el pasado 24 de abril se llevó a cabo la celebración del Jubileo de los Adolescentes, y varios medios de comunicación compartieron algunos apartes de la homilía que el Papa Francisco transmitió a los miles de jóvenes asistentes a la Plaza de San Pedro, en Roma.
Con el enfoque propio de los medios informativos, la frase que más destacaron de la intervención papal fue: "Vuestra felicidad no tiene precio y no se negocia; no es un “app” que se descarga en el teléfono móvil..." y no fue tanto por el mensaje que la misma conllevaba, sino por el "lenguaje moderno" acorde a nuestra realidad tecnológica.
Independiente de las creencias religiosas, el discurso del Pontífice contenía varios mensajes profundos que bien vale la pena atender para nuestras vidas, indistintamente de la edad por la que atravesemos. Entre ellos, hubo uno en particular que atrajo especialmente mi atención:
"Pero cualquier cosa, cuando se exprime demasiado, se desgasta, se estropea; después se queda uno decepcionado con el vacío dentro..." y no es que hablara solamente de cosas materiales...
La sociedad y nuestros actos
¿Cuántas veces hemos escuchado decir que vivimos en "una sociedad de consumo", en la que se
adquieren, retienen y acumulan cosas, cosas y más cosas sin parar, y que esto nos está convirtiendo en seres superficiales?. "Bueno, pero esto no es una clase de sociología o economía política ¿o si?" podría pensar alguien. Y ciertamente no lo es... pero resulta que por más que nos creamos "independientes" o "autónomos" a la hora de decidir cómo actuar o relacionarnos con los demás, la verdad es otra (la modestia nos es precisamente la más destacada virtud humana).
adquieren, retienen y acumulan cosas, cosas y más cosas sin parar, y que esto nos está convirtiendo en seres superficiales?. "Bueno, pero esto no es una clase de sociología o economía política ¿o si?" podría pensar alguien. Y ciertamente no lo es... pero resulta que por más que nos creamos "independientes" o "autónomos" a la hora de decidir cómo actuar o relacionarnos con los demás, la verdad es otra (la modestia nos es precisamente la más destacada virtud humana).
Influenciados por esta cultura económica moderna, el mensaje que recibimos a diario por distintos medios es el que debemos poseer cada vez más, como si en el "no-tener" se negara nuestra propia esencia: "Dime que tienes y te diré quién eres". Es decir, no sólo debemos "ser" sino también "parecer".
Dinero, atuendos, amigos (o conocidos), tecnología, viajes, estudios o cenas, se exponen ante los demás permanentemente porque tenemos que anunciar que somos felices y exitosos.
Poseer es querer controlar
Cuando caminamos nuestras vidas enfocados solamente en estas ideas, terminamos considerando a los demás como un "medio" para alcanzar un objetivo. Pensamiento que puede llevarnos a crear lazos poco sinceros para nuestra vida, abusar de la amistad, no valorar el amor de un familiar, quizá ver la trampa como algo no tan grave si es a nuestro favor, o tal vez tratar de moldear a la pareja o hijos a la manera que necesitamos que sean... En fin, desconocer al otro como un igual.

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