No sabemos fracasar

He pensado que eso del amor propio es una asunto fácil cuando todo marcha bien...

Cuando estamos en un momento pleno de nuestra vida; la confianza, el entusiasmo o la autosatisfacción por los logros alcanzados, parecen una fuente inagotable de felicidad. Imaginemos por ejemplo a un exitoso empresario que goza de buena reputación, fortuna y además de disfrutar de salud, tiene una familia armoniosa... ¿Que más podría pedir? Es casi seguro que una persona así transmitirá una imagen muy positiva ante los demás.

¿Es lo mismo cuando la adversidad toca a nuestra puerta?. La seguridad y el autoestima ¿seguirán tan firmes? Los reveses de nuestra vida afectan todo nuestro entorno: familia, amigos, conocidos, trabajo pero por sobre todo a nosotros mismos. Aveces la situación es tan agobiante que el presente es una extensión de la eternidad, mientras el futuro se diluye en un mar de incertidumbres. "¡Ánimo! ¡Ya saldrás de esto! ¡Eres capaz de sobreponerte!" Nos suelen decir, mientras una voz interior nos murmura todo lo contrario...

¿Donde queda esa confianza, ese amor propio, esa... autoestima?

Vivimos en un momento donde las personas dan al optimismo, el poder de fórmula mágica para toda clase de dificultades. En los momentos difíciles, muchas veces necesitamos quien nos escuche para así poder descargar el peso que llevamos a espaldas. Pero en ocasiones nos encontramos con frases de cajón impregnadas de dicha "fórmula" que solo se dicen para ofrecer consuelo, ausentes de convicción, y que de trilladas pierden todo su poder... lo que puede terminar ahondando más nuestra pesadumbre.

¿Cuántas veces hemos escuchado decir (o dicho), que debemos fortalecer nuestro interior con amor propio y autoestima para poder hacer frente a la vida con positivismo, atrayendo lo bueno para nosotros?. Sin embargo la realidad es otra cuando se trata de aplicar estas ideas en los momentos más difíciles de nuestra vida. Quizás sea porque no estamos educados para fracasar, ni aceptar las heridas a nuestro orgullo.

Es cierto que todo está en nosotros, pues de nadie más depende nuestra felicidad. Pero tampoco somos seres aislados, o "autosuficientes" que con solo pensar en el "yo puedo" el mundo se rendirá a nuestros pies. Dependemos de otros, y mientras nuestra existencia se mueve como un péndulo entre la prosperidad y la adversidad, vamos sorteando cada paso apoyándonos en alguien más. La importancia de aceptar esto radica en rescatar un valor no siempre apreciado: La Humildad.

Si, la humildad... porque gracias a ella somos capaces de levantarnos de nuevo. Alguien podrá pensar: ¿Acaso no es el coraje, la auto-confianza, o tal vez el ser decididos? Puede que sí, pero pensemos un poco en ello...

Ser humildes nos permite:
  • Aceptar nuestras limitaciones, que no lo sabemos todo ni somos capaces de todo.
  • Aceptar que necesitamos de los demás, sobre todo cuando nos ofrecen ayuda en la adversidad.
  • Aceptar que cometemos errores, que la perfección es condición de ángeles, no de nosotros.
  • Aceptar nuestro presente. La prosperidad, como la adversidad; son pasajeras.
  • Aceptar que no somos "producto terminado", y que a veces necesitamos cambiar nuestra vida.
  • Aceptar que siempre estamos aprendiendo.
El orgullo se hiere con facilidad, es el falso amigo del amor propio, y en ocasiones se convierte en enemigo de nuestra autoestima.
Por eso caer nunca nos debería dar vergüenza, en cambio quedarnos en el suelo si debería... 

¡Les deseo una buena semana!

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