Mirando el vaso a la mitad...

imagen tomada del blog ebriodesinrazon
Recuerdo una ya famosa pregunta: ¿Cuando ves un vaso con agua por la mitad, que piensas?. Y como si de una entrevista de trabajo se tratara, responder que está medio lleno, o que está medio vacío nos puede clasificar en la casilla de optimistas o pesimistas.

Esta clase de "divisiones" es propia de... de los que les gusta clasificar a las personas. Si respondemos que el vaso está medio lleno, nos elogian por ser optimistas, pro-activos y no sé cuantos adjetivos de corte empresarial. ¡Pero Ay de quien responda que medio vacío! Debe prepararse para el sermón y la invitación a cambiar de actitud.

Como si ser "pesimista" fuera mal visto, y ser "optimista" ahora fuera lo "cool", vemos como ha florecido una especie de alergia ante cualquier asomo de pesimismo, ya sea en los círculos familiares o de trabajo.

Pero lo cierto es que ambas posiciones se encuentran un tanto sobrevaloradas. Por eso lo mejor es darle a cada una su justa medida en nuestro actuar.

Cuando tenemos un plan, una oportunidad, o cuando la adversidad toca a nuestra puerta, la actitud que adoptemos influirá en el resultado que obtengamos al final... Aclaro, "Influirá" más no garantizará; ¿de acuerdo?. Además, algunos aun creen que pensando positivamente, cerrando con fuerza los ojos y deseando con fervor, el destino se confabulará para resolver sus asuntos a favor.

De esta clase de optimistas sería mejor tomar distancia. Claramente debemos procurar rodearnos de personas que nos impriman la mejor actitud ante la vida, y una persona que te inyecte positivismo, es lo mejor para ello. Pero si está contigo en un proyecto, y lo único que te aporta es entusiasmo, de seguro terminarás trabajando por dos.

Bueno, ni que decir cuando tenemos un problema. Estas personas sólo nos repiten como autómatas que todo saldrá bien, que de ésta ya saldremos o que no hay mal que dure 100 años. Obviamente a veces solo basta una pequeña palabra de aliento para levantarnos de una dura caída anímica, pero para muchos dar animo se ha convertido en una mera formalidad.

Visto desde otro ángulo, el optimismo se puede confundir incluso con la despreocupación. Es sabido que el ser optimista está ligado a la seguridad... La seguridad de que las cosas saldrán según lo planeado, o lo deseado. Sin embargo, ese exceso de confianza puede jugar en contra; sobre todo cuando bajamos nuestro nivel de atención, o dejamos de ser previsivos al depositar nuestro éxito en el simple azar.

¡Por todo esto y mucho más, hoy les invito a ser pesimistas!.

Pues bien, a riesgo de perder lectores, el punto es que en nuestra vida lo que cuenta es la actitud que asumamos frente a la misma. Es decir; Prefiero un pesimista que actúe, a un optimista que sea pasivo. El hecho de considerar los aspectos negativos de una situación, o poder preveer aquello que puede fallar, no quiere decir que estemos mal, seamos bichos raros, ni que seamos la Esfinge que anuncia calamidades. Simplemente podemos estar aportando un punto de vista diferente y que no ha sido considerado por los demás.

Por eso repito: Lo que en verdad cuenta es la actitud que asumamos ante el problema planteado. Cuando se ponen en evidencia situaciones que pueden ser adversas, las acciones que se tomen revelarán al verdadero optimista del pesimista. 

El que no hace nada, por que "sabe" que todo saldrá bien, es un pesimista; pues se ha rendido sin haberlo intentado.

Pero el que actúa, aunque la situación se presente difícil; ese es un optimista que en verdad cree que sus actos cambiarán las cosas. 

imagen película: En busca de la felicidad
Aunque parezca extraño, muchas personas actúan en contradicción a sus actos. Conozco gente que expresa temor o preocupación ante las dificultades y terminamos calificándolas de negativas o pesimistas. Sin embargo, al final del día no se han quedado de brazos cruzados y terminan haciendo algo. Es como si fuera un mecanismo para liberar la tensión o para obligarse a actuar enfocadas. ¿Que diríamos entonces de la persona al final de la jornada? ¿No es fácil verdad? 

La verdad es que lo que le digamos a nuestro cerebro es un asunto de fortaleza mental. Animarnos o creer que se puede, es un diálogo interno que de seguro nos ayudará a no desfallecer ante cualquier situación que hayamos decidido enfrentar. Por ello la importancia de la calidad de esa comunicación interna que debemos cultivar, la cual; si va a acompañada de actos consecuentes con nuestras palabras, de seguro nos ayudará a recoger dulces frutos para nuestra vida... ¡Y que así sea!


Nota: les comparto una frase que encontré por ahí:

 "con muchas miradas, todos los errores saltan a la vista. Alguien encuentra el problema y alguien más lo entiende" Linus Torvald


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