Sin excepción, todos hemos formado tormentas en vasos de agua. Esto es tan cierto, como que los problemas no son lo mismos para cada persona. Lo que algo nos genera estrés, para otro no dejará de ser más que una cuestión banal.

Alguien dirá: "¡Ah, si es capaz de gritar porque le dejaron la cosedora sin ganchos, pero no cuando de su orgullo se trata!".
Todos formamos tormentas en vasos de agua, la diferencia es que el vaso no es el mismo para cada persona...
Tal vez por eso no comprendamos ciertas situaciones.
Un amigo me refería la historia de su hermano mayor. Contaba que se había casado muy joven con una persona un poco mayor que él. Las cosas funcionaban bien, pero con el tiempo todo cambió. Dejó de frecuentar amistades e incluso se alejó de la familia. Todos, incluido mi amigo, estaban desconcertados por su comportamiento.
Sin embargo, lo que nadie sabía; es que en casa era víctima de burlas, humillaciones y manipulaciones por parte de su pareja. Al enterarse de esto, su familia trató de hablar con él, convencerlo; hacerle entrar en razón... pero todo fue inútil.
Hasta este punto, nadie podía imaginar como una persona inteligente, generosa y alegre, se estaba transformando en un remedo de sí mismo.
Volviendo al tema de las tormentas... definitivamente todo es cuestión de percepción. La forma en que aceptamos lo que nos sucede, define la manera en que actuaremos. En este caso la persona o bien no veía un problema en su vida, o consideraba que lo merecía, o quién sabe que más. La verdad es que no era tan delicado el asunto, como para motivarlo a actuar.
"¡Motivación, ese era el sentido que le faltaba a su vida!" seguía contándome aquel amigo, recordando aquella época triste para su familiar. Precisamente esa clase de motivación llegó en forma de mujer. Y así fue, en el trabajo conoció una persona que empezó a tratarle con respeto y afecto, al punto de ser capaz de enfrentar su pareja, separarse y formar un nuevo hogar con aquel nuevo amor. "Está más feliz - Continuaba mi amigo.- ahora ya comparte con nosotros, y volvió a ser el de antes".

Lamentablemente no siempre tenemos una persona que nos de la fuerza necesaria para actuar (bueno, tal vez sí; pero no la queremos escuchar), y al parecer el amor propio no es suficiente motivación para salir de situaciones que otrora fueran impensables.
La verdad en todo esto, es que no podemos esperar que lleguen redentores a nuestra vida. En la medida en que nos aceptemos, con un sano amor propio, podremos sortear las dificultades que se avecinen, o re-descubrir lo que está bien o mal, para actuar en consecuencia. Recordemos que no somos seres aislados, busquemos estar rodeados de amigos y familiares sinceros, que nos iluminen cómo una cálida lámpara en la espesa noche... ¡Con esos ingredientes, tendremos la fuerza necesaria para crear tormentas donde en verdad vale la pena!
Una buena semana para todos
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