¿Qué vamos a hacer con la infidelidad? Parte II


Después de un tiempo de inactividad y de ciertas dificultades, por fin retomamos este espacio y que mejor que continuar hablando sobre la infidelidad. Aunque no es costumbre, el propósito de hacer una segunda parte es la de seguir analizando esta sensible situación para las parejas, originadora de terribles pero también nobles acciones. Pues bien, Independiente de cualquier connotación de “bueno” o “malo” lo importante es ir un poco más allá, hablando desde otra perspectiva del tema. Si revisamos anteriores publicaciones, nos  percataríamos que en cada una de ellas siempre queda algo por decir, sobre todo porque no se puede asumir posiciones radicales sobre cuestiones de nuestra voluble naturaleza humana, y esto sí que se cumple en el caso de la infidelidad… como dirían las abuelitas: “No digas nunca: ¡De ésta agua no beberé!”. 

Bueno, tampoco buscaremos en estas páginas justificar la infidelidad. No sea que el día de mañana ante un engaño alguien se le ocurra decir: “Amor, antes de reaccionar mal, deberías leerte cierto blog…”. Total, nuestra lógica puede justificar lo que sea ¿no? Lo importante entonces es reflexionar sin temores, tratando de comprender e incluso perdonándonos. Recuerdo alguna vez conversando con una amiga que me dijo: “yo tuve la culpa, me engañó porque yo lo provoqué”. Cierto o no, la verdad es que somos muy duros con nosotros mismos, al punto de considerar un engaño como un fracaso personal.

Hace un tiempo circuló por internet un escrito en el que se decía que si un hombre no acariciaba a una mujer, otro estaría dispuesto a ello, que si no la amaba otro estaría dispuesto a ello, etc, etc no lo recuerdo bien pero esta era su idea principal. Al final se culpaba a los hombres de hacer que sus parejas les engañasen. ¿Justificación? ¿Una reivindicación de la infidelidad? Antes de continuar, me gustaría precisar algo mencionado en la primera parte de este tema, cuando se consideró la infidelidad como algo aceptado por diferentes culturas (incluida la latina), cuando en realidad lo único que se está tolerando es la posición privilegiada masculina. No es que se tolere la infidelidad… se tolera a los hombres infieles. Zanjado esto, más allá de un asunto de promiscuidad, vanidad o crisis de edad, el ser infiel puede tener un origen aparentemente justo.
Cuando hablaba con cierta amiga, justificaba su actuar porque era la única manera de escapar del “infierno” en que se había convertido su relación.  “¡Pues que termine esa relación!” dirán unos “¡Que se separe!” dirán otros. Pero en muchos casos, esto es más fácil de decir que de hacer. El amor no se entrega incondicionalmente, eso es altruismo, no amor.  La flor abre sus pétalos para compartir su belleza, pero si no recibe agua a cambio, se marchitará antes de terminar el día. Somos seres con amor propio, que merecemos respeto, igualdad y afecto. Si alguien orada estos preceptos, nos marchitaríamos como aquella flor. Algunos optarán por abnegarse, otros por huir o terminar, otros simplemente buscarán o “encontrarán” una vía de escape...

Tal vez por ello, personas intachables; con valores arraigados, se han visto traicionándose, inmersas en una situación inimaginable. ¿Justificado? En realidad no es el interés de estas líneas determinarlo, la realidad es que debemos comprender ciertos contextos. Esto es lo que hacen varias parejas que han logrado superar una crisis de infidelidad. En Discovery cuentan con un especial llamado “infieles”, allí narran historias reales sobre infidelidades, la mayoría termina en rupturas de las relaciones, otras en cambio deciden perdonarse, comprometerse y seguir adelante. ¡Por supuesto no es nada fácil! La sociedad, familia y amigos son un factor determinante para no dar un perdón: “Quien la hace una vez, la vuelve hacer”, “el que es, no deja de ser”, “le falta decisión para terminar…” dirán…

Así el corazón nos dicte una cosa… muchas veces terminamos escuchando a la mayoría. Por esto la importancia de respetar ciertas decisiones de pareja que analizan sus decisiones dentro de un contexto, teniendo en cuenta distintas variables. A menos que la otra persona sea un infiel empedernido, debemos apoyar estas difíciles decisiones que optan por perdonar, de la misma manera que respetaremos aquellas donde no se dan segundas oportunidades.

De todas formas, justificado o no, la infidelidad es como jugar a los malabares con cuchillos, se corre el riesgo de herirse profundamente... ¡Así que a asumir las consecuencias de nuestros actos! ¿verdad?  Finalmente engaño... es engaño. este es un acto que lastima, hiere, genera desconfianza, temores y dudas. Es un acto falto de sinceridad hacia uno mismo y hacia el otro. Si lo pensamos bien, así como existe la posibilidad de ser infieles, también existirá la de ser fieles, evitando lamentaciones al echar por la borda, tal vez; una maravillosa relación... 

Este tema me recuerda un pensamiento de Nietzche... "... somos humanos, demasiado humanos..."


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