¿Juegas conmigo?

Jugar es una parte esencial de nuestra vida. Todos lo hacemos a menudo, no solo de forma física sino también mental. Una expresión de ello son las bromas. Aveces nos encontramos entre amigos y decimos "Espera le digo a Juan esto o aquello ¡y podrán ver cómo se enfurece!". Probablemente estemos desocupados o por el contrario con mucho trabajo, y el juego sea una alternativa válida de relajación. Ya sea por medio de deportes o juegos sociales, jugar crea lazos, confianza, confidencias... pero esta es solo una cara de la luna, pues también son la causa de rupturas y desacuerdos...


Pero antes, una pregunta enfocada a las relaciones de pareja: ¿Cual es la condición de todo juego?. Respuesta: Para jugar se necesitan dos. Uno que proponga y el otro que acceda jugar y durará hasta el momento en que uno de los dos decida detenerse. Sin embargo en el amor, se presentan momentos donde no sabemos siquiera que estamos jugando... y mucho menos los límites que nos hacen daño.

Como personas creemos estar seguros de nuestros límites, creemos saber cuando exigir respeto y detener cualquier avance de transgresión. Pero en el amor, confiamos tanto en la otra persona que sin querer desdibujamos estos límites. Es decir, estamos seguros de que no nos harán daño... Y sin saber podemos caer en el peor de los juegos: La manipulación.

No entraremos en los casos de manipuladores clínicos, capaces de llevar multitudes al abismo, pero sí en aquellos juegos donde terminamos cediendo a caprichos, mientras afectamos nuestra estima y despertamos inseguridades. Además si quiero dejar en claro que por más inteligentes, expertos o sabios que nos creamos todos podemos llegar a ser manipulados... hasta "dejar de ser" por influencia de las personas que amamos.

Las personas pueden jugar a hacernos sentir mal, inseguros, enfurecernos, despertar dudas, sentirnos víctimas o victimarios... Pueden variar desde "rabietas" inesperadas cuando vamos a salir, hasta aceptar conocer a su amante. ¿Exageración? ojalá así fuera. Y aquí vuelvo a la condición de todo juego: se necesitan dos para jugar. Debemos aprender a identificar cuando una situación puede ser lesiva o en contra de nuestro ser, autoestima y valores. Por supuesto es más fácil cuando las relaciones recién comienzan, pero si ya llevan tiempo, aprovechemos los momentos de lucidez el los que nos percatamos que nos están manipulando.

En estas situaciones, jugar lleva en sí la necesidad de dominar, controlar, a la vez que se prueban los límites de la pareja. Baja autoestima e inseguridad son los condimentos de las personas que tratan de manipularnos. Es válido hacer la salvedad de que muchos no son conscientes de esto, pero no por eso tenemos que tolerarlo o aceptarlo. ¿Verdad?. 

Cuando nos damos cuenta que hemos dejado a un lado valores, principios, auto-imagen o simplemente actividades, familia o amigos por "llevar una buena relación amorosa", es tiempo de hacer un alto en el camino para aceptar la realidad e ir en busca de nuestra fuerza interior, enfrentando a la pareja y así detener círculos viciosos. En las relaciones, cuando los juegos están cargados de amor, afianzan sentimientos ya que llevan en sí el barniz del humor. Total... bromear y burlarse de sí mismos hace parte de la madurez necesaria para disfrutar nuestra vida...

Y si vamos a jugar, será al mismo nivel, sin estar por encima ni debajo del otro... o como decimos por estas tierras: de tú a tú.. 


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